«El terror, para ser sensible, ha de ser familiar.»
Eso lo dijo Jacques Tourneur, que dirigió «La mujer pantera» en 1942, y «Yo anduve con un zombie« en 1943. Ambas consideradas obras maestras del género fantástico y de terror. Debemos creerle pero podemos discrepar o, en mi caso, no saber hasta dónde ni cómo alcanza la dimensión de tal afirmación. Al fin y al cabo, «Repulsión» (Roman Ponski, 1967), «El exorcista» (William Friedkin, 1973), «Carrie» (Brian de Palma, 1976), y «Alien» (Ridley Scott, 1979), por mencionar algunos ejemplos de terror en algunas de sus distintas formas, sí tienen elementos familiares pero no son películas familiares propiamente dichas, o como se suele decir, para todos los públicos.
A los 40 años de «Tiburón» de Steven Spielberg, hay un cierto número de generaciones que seguimos teniendo cierta paranoia playera. Yo desde que vi la primera entrega de «Destino Final» (James Wong, 2000) compruebo el estado de la bandeja de mi butaca cada vez que me subo a un avión. Desde 1960, y por culpa de Hitchcock, la cortina del baño dejó de ser un elemento inocente en el menaje del hogar.
En realidad una peli de miedo no tiene por qué darte sustos ni llevarte a los extremos del miocardio. Tampoco tiene por qué dejarte sordo. Ni mucho menos tiene que tener efectos digitales descarados. Yo siempre he dicho que la pelotita mojada cayendo por la escalera en la película de Peter Medak, es uno de los elementos más aterradores de la historia del cine.
Por supuesto que es importante la historia, pero sobre todo, cómo te la cuentan. Pero no hace falta irse demasiado lejos. Entre el sinfín de títulos de género que se estrenan cada año, pocos o ninguno realmente asustan. De entre toda la falta de innovación, efectismo de patio de colegio, remake insultante y ausencia absoluta de capacidad de asustar (el cometido máximo del TERROR), destacaba en 2013 «Expediente Warren» de James Wan, que ni innovaba ni contaba nada nuevo, pero daba muchísimo miedo gracias a la forma de narrar, rescatando lo mejor de los efectos orgánicos ejecutados en los 70, cuando nadie iba al cine solamente por los efectos especiales.
«It follows» es la peli de terror de moda. Realmente siempre es muy interesante ver como una peliculita tan pequeña (en lo que a budget se refiere) ha crecido tanto en su país de origen y ha fascinado tanto a crítica como a público. Sí, es cierto que tiene algo distinto, y sí que es cierto que una de las secuencias finales, puede llegar a recordar a la verdaderamente aterradora y malrollera «El ente» (Sydney J. Furie, 1982), pero ni por asomo se acerca a todo lo anterior. Tiene un punto hipnótico, pero es hartamente aburrida, y muy lejos de la meta que pretende lograr con esa estética tan ochentera que están intentando colarnos desde «Drive» (Nicholas Winding Refn, 2011) con pelis tan decepcionantes como «The Guest» (Adam Wingard, 2014).
Hay films que tienen terror mayúsuculo sin ser terror. «Whiplash«, «Martha Marcy May Marlene«, «Cisne Negro» y «Eden Lake» son thrillers dramáticos que dan más miedo y descolocan mucho más que «It follows«, y lejos de tener un formato pop, logran mantenerse como referentes en tu psique. Tienen ese algo que la cinta de David Robert Mitchell no tiene, por mucho que algunos se empeñen en decir que sí.
Vaya hombre con las ganas que tenía de ir a verla !!
Huele a la «Dejame entrar» del 2015…
Y eso hace que me apetezca poco o nada. Suele ocurrir que cuando una peli de terror apasiona a la critica no especializada…A mi no me gusta nada y esta tiene toda la pinta de que así será.
A mí DÉJAME ENTRAR me parece muy chachi. Yo casi la comparo con YOU’RE NEXT cuya premisa mola pero el empaque no avcompaña.
«Déjame entrar» me parece una gozada!!
Normal…El hipsterismo es lo que tiene…
Zascaaaa
Pues yo sigo con ganas de verla, así que ya sabes, Sr Dondón, lo que te toca. Y no me retruques que no quiero tener un conflicto!