Antes de remangarme y meterme en el fango, debo aclarar que yo respeto a la gente que ha vendido discos o que se ha hecho popular a lo largo del tiempo en varios continentes porque en sí mismo eso ya es un mérito importante sin necesidad de que detrás haya talento musical. Y esta introducción es necesaria porque voy a hablar de Locomía para las nuevas generaciones que han picado el anzuelo y se han creído que el cuarteto fueron un símbolo de algo, pero…¿De qué? Todo gracias a un revisionismo que la ficción les está dando treinta años después, hasta el punto de que las nuevas generaciones empiezan a tomarlos como figuras señeras del colectivo LGTBI, innovadores en la música o los más modernos en cuestión de vanguardia estetética, pero va a ser que no. Y en ese aspecto hay que destacar Taiyo, esa canción «japonesa» en la que no eran capaces ni de ir acompasados al playback. Puro disparate psicotrónico.
Lo dice uno que estuvo en aquella época, que ya vivía fuera del armario, que escuchaba música electrónica, despreciaba todo lo que signficaba Locomía y que ha visto estupefacto y sin dar crédito la serie documental y la película.
Porque los que estábamos en esa época detestábamos todo lo que significaban Locomía como grupo prefabricado de canciones más simples que el mecanismo de un botijo a la sombra de la música house y acid que se hacía en los noventa, pero en peor. Porque recordemos que de los noventa son grandes temones que ya son clásicos como What is love de Haddaway , The Rhythm of the night de Corona, Free from Desire de Gala, Children de Robert Miles y tantos otros. Posiblemente, muchos fueron one hit wonder y sin embargo su trascendecia musical a lo largo de las décadas demuestra que eran canciones con calidad y que no daba vergüenza bailar en la disco aunque fueran tan prefrabicados como los que vinieron de Ibiza.
Pero en otro ámbito más «respetado» por la crítica, estamos hablando de una época en la surgieron grupos electrónicos como Chemical Brothers, Daft Punk, Underworld o Massive Attack.
Puede que sus pintas, trajes y abanicos sorprendieran a muchos por ser supuestamente modernos, pero Tino Casal con casacas, lentejuelas, tachuelas y tacones triunfó una década aantes y vistiendo con más gracia, estilo y novedad.
Y eso si hablamos de música española, porque el mundo ya se había cansado de disfrutar de los modelitos de Bowie, Madonna o Björk unos cuantos años, incluso décadas antes, que el movimiento glam es de principios de los setenta, amiguis.
En cualquier caso, el grupo siempre fue una especie de boyband 2.0 con hombreras pero no ha sido influyente, no creó moda, no dejó una estética a seguir y no fueron más allá de un fenómeno con mucho brilli-brilli.
De todas maneras, vuelvo a mi parrafo de arriba para explicar que aunque a mí todo lo de Locomia me pareciera de saldo (incluso el nombre, que sigue siendo horrezno) la cuestión es que triunfaron y ya tienen en su haber una peli y una serie documental. Eso hay que reconocerselo. Por lo que no paso (y espero que nadie trague) es que ahora haya que reconocer a Locomía como un grupo representativo de la música LGTBI por mucho que Xavier Font, el fundador del grupo, repita este lema victimista:
«Nos prohibieron ser gais»
Y aqui la gran pregunta que hay que hacerse es…¿Quién se lo prohibió? ¿La policía? ¿Algún gobierno?¿Estaba escrito en un contrato? Como todas estas preguntas tienen fácil respuesta, es muy sencillo suponer que fue una imposición del manager, pero una imposición no es una ley, puedes aceptarla o no y si ellos aceptaron fue por….Adivina…
Y el tema es que soy el primero en reconocer que en el mundo laboral todos somos putas y todos hemos tragado por un sueldo que ayude a pagar el alquiler, pero otra cosa es que se quiera ir de víctima y darle una pátina de heroicidad a lo que no la tiene, porque mira que las razones de Bosé para no salir del armario eran las mismas, pero al menos él no viene ahora diciendo que le prohibieron ser gay, un comentario que incluso peca de frívolo teniendo en cuenta que todavia a estas alturas del mundo en pleno siglo XXI hay gente que paga con su vida por ser homosexual. Locomía no iban dirigidos a un público macho, no eran Queen ni Freddy Mercury (que recordemos murió una década antes cuando el estigma del SIDA aún campaba a sus anchas). Ellos lo tenían fácil porque la pluma a base de abanicazos y lentejuelas ya era marca de la casa y desde luego en España a nadie le hubiera sorprendido, pero otra cosa es que las pipiolas sudamericanas se hubieran caído del guindo, aunque tampoco sería la primera vez que un ídolo teen al que adoran las chavalas resulta ser de cadera blanda y si no que se lo digan a Ricky Martin o George Michael. Aunque Xavier Font, su creador, haya intentado resucitar al grupo varias veces incluso mandándolo a Eurovision, aún podemos darnos por satisfechos de que el proyeccto esté en vía muerta porque en caso contrario nos los íbamos a comer con patatas en los próximos Orgullos de nuestra vida y mira, no. Eso sí que no. Que vendieron, que fueron un fenómeno pues vale, pero…¿Idolos del colectivo LGTBI? Y una mierda.
Hola:
El fenómeno Locomía ayer y hoy es digno de estudio, pero no por motivos musicales, como dices. Quizás sea esa capacidad mía para ver cosas desde distintos prismas y condensarlas en un ejercicio de anticubismo: al final concilio extremos en mi cabeza. Que conste que no tengo nada a favor (ni en contra) de ellos. Que los hubieron musicalmente mejores (¡no te joroba, por supuesto!) Si seguiste la serie documental, ciertas afirmaciones se sostienen desde su testimonio (que no fue el que vivimos nosotros). Es cierto que había cierta presión de cierto productor musical -ejem- que los quería así ataditos, monos, pintureros, asexuados por no decir heteros (!) y dedicando baladas a chicas. Que en LATAM tenían un fandom teenager tremendo (y en pleno furor uterino ¿pero hijas mías, en qué mundo vivís?). Fíjate, yo los entiendo con lo de «no nos dejaron ser gays» porque ellos llegan a explicar cómo lo vivieron. Que pudieron haberse rebelado; creo que lo intentaron, no sé si en esa derivada incluso. Que les cayó la del pulpo, también.
Dicho lo cual, como te cantarían los PSB «Happiness is an option» (si apechugas las consecuencias, claro). Elton John o Dusty Springfield tardaron lo suyo en salir del armario. ¿Juan Gabriel hizo eso? Little Richard se ha metido en uno más profundo -mira que esa señora es más cantosa que las cuatro Locomías de turno juntas-. Y a estas alturas salirte con el sainete de «soy bisexual» para luego dar el salto adelante (verbigracia Mika) o hacia atrás (verbigracia Bowie), pues,…no, chica, no cuela.(Elton y Dusty too) Y no me vengáis con lo de bifobia, nenas. Debbie Harry ha tardado casi toda una vida en poder contárnoslo. Susan Sarandon también. En ese armario también se sufre. Ole sus coños ayer y hoy.
Para que un Rufus Wainwright o una Billie Eillish puedan caminar en este mundo, otras tuvieron que echar a correr antes con más arrojo. Y desde luego no fueron las Locomía. Period. Pero su historia (la que nos quieran contar, en estos tiempos quién se fía de algo) debería ser escuchada, cuando no respetada.
Dicho lo cual (se nota que me encanta ¿ein?) ¿Por qué tanta Locomía revival, coñe? Supongo que porque es un grupo identitario de una época (mentira, la nostalgia es una especie de trance disociativo de la realidad), porque ahora que están liberados de royalties lo pueden vender, lo quieren vender y es un «producto» como diría Risto Mejide. Xavier Font te va a vender hasta las fajas, pero las demás acceden (también quieren lo suyo, hombre). Porque la gente tiene curiosidad, se saben menos cosas de Locomía que de por ejemplo…Alaska que aprovecha la menor ocasión para vendernos algo. Ansia viva -es ironía- tengo por ver su serie documental testimonial. Me recuerda al sarcasmo que le tiró Bette Milder a Kim Kardashian ante el infinitésimo selfie: «Si quiere enseñarnos algo nuevo, va a tener que tragarse la cámara». A esos extremos no hemos llegado con las Locomía, aún hay tragaderas… pero dame tiempo y dos series más y ya te cuento…
A
M
É
N,
Hermanos