A Valeria Vegas hay que agradecerle mucho desde que apareció en la escena pública con la biografía de La Veneno (Digo! Ni Puta ni santa) que luego tan exitosamente adaptaron Los Javis. A mí en especial me chifla su capacidad enciclopédica para venerar, divulgar y restituir el valor de muchas figuras artísticas que en su momento fueron despreciadas por la elite cultural ya que no entraban dentro de los cánones del buen cultureta en los años sesenta y setenta. Así que este país tiene una deuda con folclóricas, actrices del destape y otras figuras representativas del artísteo cuyo destello fue efímero pero tuvieron el mérito de brillar en una época donde el gris y lo casposo lo impregnaban todo.
El caso es que Valeria Vegas ya es una figura señera de la cultura de este país, una personalidad que tiene capacidad para mover proyectos como El enigma Nadiuska que ahora emiten en Atresplayer y que es un ejemplo perfecto de lo que comentaba más arriba. La serie documental recoge documentos, testimonios y opiniones para hacer justicia a una actriz que durante años fue una estrella a niveles tan estratosféricos que son muy difíciles de igualar (y de entender) a día de hoy. Su ascenso (con seis películas por año) fue tan fulgurante como su caída fue vertiginosa y a partir de su figura la docuserie extrae varios hilos que resultan de lo más perturbador porque nos dejan muy malamente como país y como sociedad. Se agradece que los tres capítulos mantengan un respeto, un cuidado y una admiración a la hora de retratar a Nadiuska que posiblemente le faltó en su carrera profesional. Del mismo modo, a otras compañeras de generación también se les hace justicia porque tuvieron la mala suerte de intentar hacer cine en un periodo donde la única posibilidad para destacar era enseñando las tetas, siendo cosificadas y exprimidas por una industria que luego las despreció,
La docuserie también da para hablar del tratamiento que hacemos (los espectadores y los medios) de la salud mental y de cómo se puede llevar al límite a una persona harta de ser una botella de Coca Cola las 24 horas del día que fue abandonada por el gremio, compañeros y despreciada por los medios y la sociedad. Nadie pareció darse cuenta de la bajada a los infiernos de Nadiuska así que este programa también tiene una intención de mea culpa que deberíamos asumir todes.
El nivel de respeto es tal que aunque se da con el paradero de la actriz se respeta su elección de vida y, de hecho, se pide abiertamente a los medios que se proteja su actual situación porque cualquier otra cosa podría desestabilizarla, renunciando incluso a la posibilidad de aparecer ella misma en el documental. Por lo demás, es de esas series documentales hechas para mirar al pasado y que te lleven los demonios con tanta injustica, tanto malnacido y tanto machirulo asqueroso. Entre todos, emerge una persona casi desconocida que da todo el asco y el odio del mundo: Damián Rabal.
El hermano del actor y representante de artistas, follactrices manipulador y vomitivo que campó a sus anchas durante décadas es otro de los argumentos con los que acabas la docuserie, pensando que «Pobre Nadiuska, lo que tuvo que aguantar·»