No tenemos más remedio que postrarnos de nuevo ante nuestra Diosa Jane Fonda.
Invocando a su Barbarella sin descanso no se achanta, y ya es la tercera vez que la detienen por manifestarse ante el Capitolio de los Estados Undidos. Si: «undidos» en la miseria más negra mientras sigan permitiendo al gran cerdo blanco manejar sus destinos.
Ha prometido manifestarse contra las políticas de negación del problema climático cada viernes durante las catorce semanas que va a permanecer en la capital del país de las grandes mentiras, empezando por la Libertad, sí. Por supuesto. Libertad, sí. Cómo no. ¿Libertad? y una olla como una boya: si eres un redneck blanco heterosexual igual te hacen creer que la tienes porque puedes acumular armas para disparar a los enemigos que pretenden atacar esa casa prefabricada donde vives. Pero este no es el tema aunque la famosa estatua esté buscando pasajes para regresar a su Francia natal porque no puede aguantar más la vergüenza.
Jane Fonda tiene ochenta y un años, está fantástica y le importan siete mojones secos que le briden las muñecas y se la lleven detenida. No soporta lo que está pasando en su país y lo deja bien claro.
Estaría bien que su ejemplo cundiese. Estamos muy faltos de personas de interés -odio el término famos@- con agallas y nos sobran personajes sin ninguna clase de valor ni trascendencia.