De puertas afuera, con la familia, en las redes sociales o en el trabajo, parezco de lo más normal y muy entero, pero no. Es mentira. Estoy aterrorizado. Sonrío, doy la impresión de que todo va bien pero porque soy un experto en fingir y se me da de lujo, pero joder, qué miedo tengo. Hay días en que saldría a la calle como las locas y a cualquier desconocido que me encontrara, lo zarandearía para después gritarle si también tiene miedo como lo tengo yo. Porque estoy asustado y claro, me pongo fatal. Tengo miedo. Mucho. Miedo a que mi país se convierta en una cárcel, en un infierno. Miedo a que el mundo se pervierta y que no haya ningún sitio seguro donde poder escapar. Terror por el futuro, por la distopía que está por venir. Pavor al comprobar que los peores augurios se cumplen, que el ser humano es capaz de tropezar cinco veces en la misma piedra. Angustia cuando compruebo que algunos de los conciudadanos que yo consideraba cuerdos, se están volviendo locos y fanáticos. Los escuchas decir barbaridades, escupen argumentos que pensabas que no escucharías jamás, se llenan la boca de saliva y los ojos se les encienden en sangre porque ellos sí que no tienen miedo. Han descubierto que no hace falta esconderse, que defender cosas inadmisibles ahora está bien visto y no provoca ni escándalo ni amonestación ni rechazo social. Y están crecidos . Pretenden quitarte derechos, meterse en tu vida y legislar qué puedes o no puedes hacer en pleno siglo XXI, hacerle daño a gente buena por el peregrino hecho de no tener su misma piel. Los ves como niños enrabietados que trastean pistolas cargadas y claro, dan miedo. Absoluto terror.
Terror a que no se den cuenta que están jugando con fuego, que de hecho esto no es un juego y va muy en serio. La posibilidad es real porque la cosa va de jugar y nos estamos jugando los años que nos vienen encima. Ni en mis peores pesadillas imaginé que a estas alturas de mi vida iba a tener a tener este miedo tan atroz. Es carnívoro y me devora. Asusta constatar que hay gente a la que no le importa ensuciar lo más sagrado y no estoy hablando de religión. Estremece sentirse como el secundario de una película llamada La invasión de los ultracuerpos. La sensación de que tus vecinos están cambiado, de que vas por la calle y no andas tan tranquilo como antes, que miras el telediario y te espantas, que los medios de comunicación también se muestran inconscientes, normalizando lo que nunca debería ser normal. El estado de alarma es tal, que en ocasiones al cruzarte con un conocido, te preguntas si será de esos o no. De esos que hacen del odio una forma de vida, de los que convierten la ignorancia en un orgullo, de los que embisten en vez de pensar, de los que te helarán el corazón, de los que quieren hacerte desfilar pero ellos se pidieron tres prórrogas, de los de misa diaria y puticlub semanal, de los que no entienden el significado de la palabra «cultura», de los que convierten la superstición en una ciencia y la fuerza en una filosofía, de los que hacen todo por cojones, de los que no admiten matices, empatía o piedad. En definitiva, de los que pretenden mandarte a ti y a todo el país, a la edad media. Haces prácticas de clandestinidad, los espías y te paraliza el miedo porque tarde o temprano, si las cosas se pusieran feas, te descubrirían .
La sensación de déjà vu si uno conoce un poco de historia es inevitable y claro, me pongo a temblar. El aire que tienen estos tiempos a mil novecientos treinta y dos, apesta. Los síntomas, las pistas y las señales son tan funestas que es inevitable ser pesimista. Yo, por lo menos, lo soy. Y tengo miedo. Porque miras atrás y hay tantos ejemplos y tantos momentos históricos en los que a la humanidad se le fue la olla con millones de muertos de por medio que poca de ilusos sería tener esperanza . La gente minusvaloró el poder de la jauría sin criterio y los dejaron hacer. Momentos en que siempre ganaban los malos y que parecemos condenados a repetir hasta el infinito. Pero…¿Sabes? No seré yo. No estoy dispuesto. No seré una víctima. Puede que mi vida sea una mierda pero es la vida que yo he elegido y mira, me queda el descanso de no intentar imponérsela a los demás y así sentirme superior. Que sí, que ando cagado de miedo pero eso no me hace cobarde, al contrario. Me enfurece más. Y no pienso permitir que nadie trate de quitarme uno solo de los derechos que nos ha costado conseguir siglos. Resistiré a que un puñado de ignorantes y garrulos casposos quieran gobernar mi vida, decirme que es lo que está bien o está mal, ponerme una etiqueta o rebajarme a ciudadano de tercera. No dejaré que lo hagan conmigo ni dejaré que se lo hagan a las demás. Voy a luchar, a morder si es necesario, que no me toquen las palmas que me conozco, que yo no pienso poner la otra mejilla ni dejarme azotar, que no me da la gana que jodan este espacio vital que ellos llaman patria y yo llamo país. Un territorio que quieren monocorde y gris cuando a mí me gusta en technicolor y con una banda sonora que tiene todos los sonidos del mundo. Un lugar donde cabemos todos pero del que ellos me pretenden echar. A mí y a otras. Pero no lo vamos a consentir, porque. estoy seguro de que no soy el único, que posiblemente seamos cientos, miles, millones. Apostaría a que somos muchos más que ellos, pero tal vez gritan más alto. Puede que si no queremos repetir la historia, haya llegado el momento de que se nos note, se nos vea, de empezar a tomar la situación en serio, de gritar más fuerte que ellos para que el miedo cambie de bando. Cuando digo gritar significa no esconderse, ser más una misma que nunca, evitar ser arrastrado por esa corriente de mezquindad y miseria que nos azota, no dejar jamás que ridiculicen los buenos sentimientos, porque son eso, buenos. Se ríen de nuestro buenismo pero es su hijoputismo lo que debería darles vergüenza. Porque los malos esta vez no saldrán victoriosos. Y porque tener miedo me ha hecho más fuerte, así que si quieren, que vengan a por mí, que me van a encontrar. Ojalá que cuando eso ocurra, estés conmigo. Porque son menos y porque no tienen razón. No pasarán.
No has podido expresarlo mejor, desgraciadamente.
Un saludo.
Mas que atemorizado (he vivido muchos años atenazado por miedos provocados por otros) estoy decidido a no ceder ni un milímetro.
Cada vez soy menos tolerante con la intolerancia, intentan retorcer mis argumentos con sus argucias putrefactas. No pueden conmigo.
Con ciertas cosas NO ATIENDO RAZONES porque no hay nada que atender.
Que vengan, que aquí estoy.
Por lo que veo no soy el único.
Un beso ASI de grande MM
Yo también tengo miedo
Pues efectivamente, tenemos miedo de que vuelvan y se instalen entre nosotros con pleno derecho y plenos poderes otorgados por el voto democrático de la ignorancia y el fanatismo . Pero ese miedo nos tiene que hacer fuertes , sobre todo sabiendo que podemos vivir ,y convivir, perfectamente sin ellos al mando . Sus intenciones son claras y sus mensajes inequívocos . No permitamos que pasen y , menos, que se queden , por favor.
Hay que ir a votar en masa, como nunca. Nos lo jugamos todo.
BRAVO
Sublime!