Leer después de escribir

Hay una cosa en la que las autoridades eclesiásticas, el Ministro del Interior (que viene a ser lo mismo) y yo estamos totalmente de acuerdo: el mundo de vicio y promiscuidad en el que vivimos no todos los maricones, pero sí los que mejor nos lo pasamos, es muy dañino para el organismo de las personas. Lo diré más claramente: las aplicaciones de zorreo son una amenaza de primera magnitud para la salud pública.

A mí, personalmente, la mitad del tiempo me sangran los ojos solamente con leer algunos perfiles. La otra mitad del tiempo me entran tentaciones casi irresistibles de arrancármelos, directamente.

Vale, de acuerdo con que vivimos en unos tiempos muy acelerados y con que ahora al ciudadano medio, ocupado como está en asuntos vitales propios del siglo XXI tales como diseñar implantes cerebrales, desentrañar los misterios de las fosas abisales oceánicas o ver Supervivientes en Tele 5, no se le puede exigir ser todo un Académico de la Lengua que escriba de maravilla, como la añorada Ana María Matute. Por no poder, ni siquiera se le puede exigir ser todo un Académico de la Lengua que escriba mediocremente, pero muy fuerte, como Pérez-Reverte. Y también estoy de acuerdo con que los correctores ortográficos de los móviles nos juegan malas pasadas muy a menudo: yo lo sé bien, que cada vez que intento escribir «Hola, ¿cómo estás?» aparece en mi pantalla «Golfa, ¿cómo estás?«. Pero, aun teniendo en cuenta los obstáculos casi insuperables que a todo español se le plantan delante cada vez que quiere escribir algo, o precisamente debido a ellos, ¿tan difícil resulta repasar lo que uno acaba de escribir antes de hacer clic sobre el botón de enviar?

Vale. aceptemos pulpo como animal de compañía. A todos se nos cuelan gazapos, ya sean frutos del corrector, de despistes o de dedos como manojos de morcillas de Burgos, en mitad de una conversación, también llamada «chat» en paleto. Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Cosas como estas son dolorosas para la retina, pero perdonables:

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Además, yo ya después de la palabra sexo pierdo rápidamente la concentración, y me da lo mismo si además el tipo busca «seriedas«, «discrero» o un pisto de calabacín, la verdad. Toda la información relevante de la frase está en la tercera palabra.

Pero, por el amor del Monstruo Espagueti Volador bendito, ¿qué se puede decir de una persona que deja para la posteridad meteduras de pata antológicas, escritas con letras de oro en su perfil? Como por ejemplo esta persona que nunca paga sus deudas:

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O este poderoso hechicero:

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O el número diez:

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A veces uno no llega nunca a saber si se han equivocado o es que de verdad buscan cosas raras. Por ejemplo, me queda la duda si el siguiente texto pertenece a alguien con un fuerte fetichismo por los seres racionales, calculadores y sin emoción, como por ejemplo el señor Spock de Star Trek:

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O esta criaturita, que tal vez lo que quiere es que le practiquen una ablación:

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Otros, lo siento, no tienen ni siquiera la disculpa de resultar graciosos, quedándose en mero analfabetismo:

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Es todo muy frustrante e inquietante. Aunque la verdad, no sé qué es peor, si la gente que no se piensa mucho ni revisa sus presentaciones, o los que lo hacen demasiado. ¡Cuánto daño ha hecho Coelho!

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 PD. Tengo que agradecer a mi querida Sister, la Enfermera Cachonda, su inestimable ayuda a la hora de recopilar estos esperpentos…

7 comentarios en “Leer después de escribir”

  1. Divertidísimo… y eso que sólo te has centrado en perfiles de aplicaciones de zorreo, pero si se peina la red en toda su extensión, este tipo de errores, meteduras de pata y faltas de ortografía darían para un post semanal por lo menos!!!!

  2. Moroso; dícese del chaval que tras follar contigo, te roba las bragas
    Mago, dícese del chaval que hace chas y te la mete de lado
    Fríos; dícese de los chavales del País Vasco
    Ablen; dícese del presente subjuntivo de «ablación». O algo.

  3. Uf, me alegro de no estar en las capturas que ilustran esta maravilla de post… ¿O sí?

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