Ya hemos hablado de Gus Gus en alguna ocasión, pero hoy tengo algo distinto que contaros y es que los he visto en directo y en el mejor de los sitios posibles si obviamos que uno de mis sueños es ir a disfrutar de ellos en su lugar de origen: Reikjavik. Supongo que ya sabéis que se trata de un grupo que hace música electrónica desde hace más de dos décadas con un sonido muy particular pero, si no tenéis ni idea de quien hablo y queréis saber más, podéis leerlo aquí.
El caso es que presentaron discazo hace unos meses con su gira correspondiente y, por esas cosas maravillosas de la vida, uno de mis más queridos amigos me hizo uno de los mejores regalos de cumpleaños que jamás he tenido siendo adulto: unas entradas para verlos en concierto en la ciudad de la gira que yo quisiera, y en su compañía. Casi me desmayo del gusto. Coordinamos agendas, miramos disponibilidades y escogimos el concierto de Berlín para el 27 de abril.
Total, que allí nos plantamos ese miércoles por la mañana. Nos instalamos y, a la tarde, fuimos al sitio del concierto: un lugar curioso, pues se trata del SilentGreen, un conjunto de salas construidas dentro, alrededor y debajo del primer crematorio civil de la ciudad, edificado a principios del siglo XX y evidentemente reconstruido tras la segunda guerra mundial. Berlín, crematorio…. Desde luego se trata de una combinación cuanto menos impactante.
Impactante es uno de los muchos adjetivos que podría utilizar para describir Berlín, pero la realidad es que se trata de un lugar en plena efervescencia cultural, con un nivel que, sintiéndolo mucho, deja el mito de Londres por los suelos. Habiendo conocido ambas ciudades y, particularmente, mucho más Londres que Berlín, de verdad tengo argumentos y pruebas para sostener lo que acabo de decir. Pero esa es otra historia que no cabe hoy aquí.
Mientras esperábamos tomando algo en el jardín del recinto tuvimos una sorpresa: el grupo -solo tres: Daníel, Birgir y alguien nuevo– salió a hacerse unas fotos en las terrazas del edificio lateral que da acceso a la sala del evento. Posaron, saludaron y volvieron a entrar. Por fin entramos a través de una rampa descendente con pinta de acceso para camiones a un muelle de carga, iluminado de rojo infierno -super industrial, aséptico y enorme todo- hasta la sala en si: un gigantesco espacio subterráneo con unos techos altísimos y hecho de puro hormigón. La música ambiental presagiaba un sonido brutal.
Con media hora de retraso salió Birgir Thorarinsson para caldear al público con unos de sus intros y vaya si lo hizo: puso la sala del revés como solo él sabe. Es de agradecer que los alemanes no son de muchas aglomeraciones así que, a pesar del sold out, pudimos colocarnos realmente cerca del escenario sin morir ni matar por aplastamiento y, cómo no, la casualidad nos puso junto a otros españoles que viven en Berlín, aunque eso da para otra historia porque, gracias a ellos, tuvimos un fiestón de sobreconcierto que aun me tiene orbitando. No solo el sonido fue alucinante, toda la iluminación y las proyecciones también.
En seguida apareció el resto del grupo a darlo todo, y abrieron con ‘Stay the ride’ tras presentar a un nuevo componente cuyo nombre no alcancé a entender entre toda la ovación. Una vez en marcha fueron combinando temas nuevos y antiguos como buenos maestros del directo que son. Su sonido envolvente fue creando la atmósfera perfecta. Coreamos cada uno de los temas como si fueran nuestros sin parar de bailar. Personalmente no puedo recordar el orden de las canciones tocadas porque caí en una especie de trance del que solo salí cuando cerraron tocando ‘David’ como último extra. Y lo vuelvo a decir: yo quiero tomar lo mismo que Daníel Haraldsson cuando sale a cantar….
Gus Gus en concierto son de esos grupos que no se deben dejar pasar si hay ocasión. Por otro lado, veo difícil superar una sala con un sonido como el que vivimos en SilentGreen, pero eso si: no cejaré hasta disfrutar de esta banda en una de sus sesiones en el Kex Hostel o cualquier otro lugar de Reikjavik.
Hasta la próxima, que espero sea muy pronto y en Islandia. Ah, me llevaré a mi amigo/hermano conmigo y esta vez seré yo quien le regale la entrada.
Te quiero, Edu.