Menudo título para esto que quiero comentaros hoy… Posiblemente a mas de uno le rechine algo al leer la palabra Flamenco pero es una forma de expresión en la que estamos muy embebidos queramos o no. Es un concepto de origen nebuloso que da nombre a una manifestación artística resultante de la mezcla culturo-racial que, por mucho que algunos tarados se empeñen en negar buscando purezas de sangre, existe en gran parte de la Península Ibérica, y especialmente en la mitad sur. Se compone, muy básicamente, de dos partes: cante y baile. Algunos estudiosos sitúan su germen en el siglo XV, pero no tenemos constancia de sus primeras manifestaciones concretas hasta finales del siglo XIX, pues todo lo anterior estaba sostenido por transmisión oral. Esto indica que se trata de una forma de arte bastante antiguo y muy sujeto a las tradiciones.
Enrique Morente fue uno de los primeros artistas en darle unas cuantas sacudidas a la rigidez que reinaba en el Flamenco. Le pusieron verde, pero no consiguieron detener un movimiento de renovación nacido desde dentro, pues Morente fue un cantaor clásico hasta que decidió cambiar cosas: evolucionar para incorporar elementos y sonidos mas allá de la guitarra, los palillos, las palmas, los pitos, los tacones… Lo consiguió y, con su disco ‘Omega’ dio la vuelta al mundo. Desde su lanzamiento en 1996 se considera una obra maestra incontestable.
Al margen de La Rumba, fue llegando el Flamenco Pop con mayor o menor repercusión, traído por figuras como Los Caños, Andy y Lucas, Rosario Flores o incluso Chambao, aunque -personalmente- considero a estos últimos otra cosa, como a los Ketama, que tambien estuvieron ahí.
En 2017, una jovencísima Rosalía irrumpió en El Cante con un primer trabajo llamado ‘Los Ángeles’ derrochando una fortaleza que dejó a los puristas con una ceja levantada cuando menos. Apenas un año después la lió bien parda con ‘El Mal Querer’ un disco donde mezcló estilos absolutamente ajenos a los cánones para definitivamente levantar pasiones tanto a favor como en contra. Todos conocemos esta controversia que hoy sigue bien viva tras su último trabajo.
Ahora vamos a intentar tener clara la otra gran cuestión ¿Qué es Queer? Si buscamos un poco tenemos la respuesta: describe una identidad sexual y de género diferente a la heterosexual y cisgénero. Las personas lesbianas, gays, bisexuales y transgénero pueden quizás identificarse con ese término traído del inglés, donde significa inusual o extraño. Es muy importante ese quizás porque Queer no es una etiqueta al uso, sino un término tan fluido como la esencia de las personas que lo utilizan para si. Por supuesto hay quien lo usa despectivamente e incluso como insulto, pero su sentido queda muy al margen de esas cosas.
Me he estado ciñendo a la música porque es lo más cercano pero ¿Qué pasa con la otra parte? Me refiero al baile, al espectáculo en movimiento. Ahí no han habido grandes evoluciones como tales, pues las bailaoras y bailaores han sido -y continúan siendo- muy fieles a los palos clásicos: bulerías, soleares, fandangos, tangos, seguiriyas… Cierto que han evolucionado atuendos y aderezos adaptándolos a estilos mas actuales minimizando la parafernalia pero, por otro lado, no terminan de dejar atrás las batas de faralaes, mantones, trajes de corto y etc. Cambiar esa parte del Flamenco es complicada, pues vive sujeta a una estética muy concreta que no deja mucho margen de maniobra.
Y aquí es donde entra el artista del que quiero hablaros. Me refiero a Manuel Liñán un coreógrafo y bailaor granadino que ha realizado un cambio sustancial dentro de los parámetros clásicos. ¿Cómo lo ha hecho? pues dando la vuelta al espectáculo a través del género. Si, ya sabemos que en el transformismo es habitual ver hombres maquillados luciendo batas de cola, peinetas y mantones, pero siempre dentro de un ambiente cabaretero donde se hacen imitaciones de artistas bien conocidas con un objetivo claramente cómico y casi caricaturesco. Entonces ¿Dónde reside el cambio realmente? Pues en componer cuadros flamencos sujetos a los esquemas clásicos, donde las figuras femeninas son ejecutadas por hombres que bailan y cantan absolutamente lejos de la parodia: lo hacen sintiéndose ellos mismos, interiorizando el sentimiento, exteriorizando el arte y creando la atmosfera electrizante que se espera.
En esencia, se trata de dar una vuelta completa a una cosa tan encasillada como la escena flamenca tradicional. Poneos en contexto: un escenario en el que resalta una silueta solitaria de espaldas al público, envuelta en una marejada de pliegues y volantes bajo un cañón de luz. Suenan los compases de una soleá desgarrada por un cantaor al son de una guitarra. Inicia los lances de la danza y la figura se gira para clavar la mirada en el público, desafiando y cautivando como mandan los cánones. Pero, tras el maquillaje y peinado clásicos, encontramos el gesto encendido de un hombre casi en trance. Un artista que no busca la carcajada sino la conexión con los espectadores, y lo consigue. Es Flamenco Queer.
Todo esto es lo que viene haciendo Liñán desde que estrenó ¡Viva! en 2019, pues así se llama el montaje. No es algo que se haya sacado del sombrero sin más, sino que es el producto de años de estudio, trabajo y determinación. Ha recorrido distintos escenarios por varios países y en todos ha cosechado el éxito. Eso no quiere decir que se haya librado de críticas despectivas, insultos e incluso amenazas por parte de los reaccionarios de rigor quienes, como siempre, ocultan su identidad y, como no: son de eshtepaish.
El resultado es maravilloso porque descarta completamente cualquier clase de burla o farsa y retoma las escenas ancestrales con todo respeto al tiempo que las vuelve del revés. Se le ha comparado con otras compañías que tambien ponen hombres en papeles femeninos, como Les Ballets Trockadero de Montecarlo, pero creo que nada se puede parecer a esto porque no buscan la sátira, sino todo lo contrario.
Liñán no descansa, en paralelo con sus montajes clásicos tiene más producciones en marcha que son verdaderas pasadas, situadas en la vanguardia de la danza, que trataré de ver siempre que me sea posible. Podéis saber más sobre él y sus trabajos aqui.
No estoy impresionado. Quiero decir, que no se me atraganta la etiqueta queer en «un arte tan puro» (ironía) como el flamenco. No sé si a l@s guardianes de las esencias les estará dando un parraque, a mí no.
Pero me resulta curiosa la iteración flamenco+queer, porque no me es nueva. Hace unos días leí una noticia acerca del espectáculo de Alberto Cortés. (Enlace https://www.eldiario.es/cultura/teatro/malditismo-queer-alberto-cortes_1_8928621.html) y todavía guardo en mi lista de espera de lecturas «Historia queer del flamenco» de Fernando López Rodríguez. La lectura «desde los márgenes» de lo queer y la del flamenco tienen puntos en común y ahora hay un empeño en revelarlas. Un saludo.
No tienes por qué estarlo. Yo si me impresioné y por eso escribí sobre ello.
Parecen muy interesantes todas esas obras que apuntas, me las anoto tambien para mi.
Saludos.