Se reestrena «Reservoir Dogs»

«Like a Virgin» va de una chica colada de un tío que la tiene grande. Nadie podría suponer que ese primer desconcierto marcaría un antes y un después en el cine de esa década. El plano-contraplano de la primera escena del bar en la que participaba el propio director, (girando su cámara en una mesa), ponía en funcionamiento el sarcasmo, la incongruencia y la sorpresa de sus diálogos en su piedra filosofal.

La que reventaría el género de «gansteres» en 1992, para hacer que el cine de los noventa ya no fuera igual desde entonces, con permiso de los hermanos Coen. Dos años después la máquina se engrasaría para fulminar este borrador, en una «Pulp Fiction» que ordenaría su legión de incondicionales seguidores. El Festival de Cannes de aquel año le catapultó al reinado de los mejores directores de las últimas décadas, a pesar de una irregular carrera posterior y resbalones típicos de su exuberancia creativa pasada de tono, como en la decepcionante «Death Proof».

Tras la primera escena, «Little Green Bag» de George Baker Selection abría la puerta a la democratización de un mensaje basado en la violencia directa y un lenguaje discursivo extraído de unas influencias que se convertirían en marcadamente iconoclastas. A partir de entonces, a Tarantino ya nadie le mataría sin disculparse. «Reservoir Dogs» significó el pistoletazo de salida al torbellino de sus guiones que parecían sacados de una revista pulp. Le han dado a «naranja». Esto se pone feo. Y a «marrón» se lo han cargado. Menos mal que está Larry. Pero no quiere dejarle tirado en la puerta. Los primeros planos del cuerpo ensangrentado en un coche, daban paso a la profundidad de campo donde se explicaban los sucesos. Hay lugares en sus películas que funcionan como objetos singulares de sus viñetas como creador.

Los coches, bares y las habitaciones funcionan como microcosmos donde sus personajes encierran sus presente en un inminente futuro cargado de suspense. En «Reservoir Dogs» es un almacén el que figura como elemento en primera persona de la acción: «puede que en cualquier momento aparezca la poli por alli». Muchas veces, un diálogo superpuesto, que no tiene nada que ver con la historia, actúa de contrapunto, como toma de fuego para impulsar el mensaje principal. Todo va acerca del robo de diamantes.

En dos minutos. A plena luz del día. Después, encierra a sus personajes, para hacerlos casi reventar en su situación límite. Mientras el cine se pone en orden, se reestrenan clásicos modernos. Wong Kar-Wai, ocho películas de David Lynch o ésta puerta abierta del neo-noir contemporáneo. De paso, no estaría de más recuperar uno de los grandes títulos de Tarantino: «Jackie Brown». Nunca es tarde. Aunque, por supuesto, siempre que el cine vuelva a encontrar su verdadero camino: el de los estrenos en su orden lógico.