Reed y Bowie: dos botes salvavidas para esta cuarentena

Lou Reed y David Bowie. Dos discos clave en sus respectivas carreras artísticas. Dos amantes/amigos, sin connotaciones sexuales, fueron polos opuestos que se atrajeron, a principios de los 70, por sus tormentas interiores. Adictos a la lujuria y al exceso. No vamos a desvelar nada de lo que ya cuentan sus biografías. Vienen a colación porque son los dos discos que más estoy escuchando desde que comenzó la cuarentena. Lo curioso que es que nunca reparé demasiado en ellos. Alguna escucha que otra, sin ahondar mucho más allá de la fama que les precedía. «Transformer» (1972) fue la re-conversión hacia la luz del glam del maldito Reed. Oscuro y atormentado, repito, por obra y gracia de la poesía drogada del artista de culto más grande de la historia. Ahí conoció al Bowie ,bisexual de la vida,  y fue éste el que cogió su mano para producir, junto a Mick Ronson, su álbum más exitoso. Que mucho underground y mucho culto, pero este elepé fue uno de los más vendidos de los años del rimel y la plataforma rock. Brillo para canciones que hablan de sexo, drogas y viajes iniciáticos; de putas y artistas. Perdedores vía satélite alrededor de un hombre de negra alma que le cantó como nadie al New York bestia, fiesterio y drogadicto de aquellos años.

Low (1977) es el mejor disco de Bowie, sin lugar a dudas. No sobra nada, no falta nada. Otro que quiso cambiar de vida llegando hasta el fondo de la papelina de coca. Años de aspiradora en los que solo consumía la mejor farlopa y bebía zumos o leche. Así pasaron sus días en Berlín, junto a su amigo Iggy Pop. Se fumaron todos los cigarrillos del mundo y se empaparon de la idiosincrasia de una ciudad herida por aquel muro fanático. Europa era la más moderna, el sonido  de las máquinas se abría paso en el pop y Brian Eno lo sabía mejor que nadie. Él ex Roxy Music metió mano al disco, considerado por los críticos especializados como una de las obras imprescindibles de la historia de la música:—Pitchfork lo colocó en el número 1 en su lista de los 100 mejores álbumes de la década de 1970, mientras que Q lo colocó en el número 14 en su lista de los 100 mejores álbumes británicos de todos los tiempos. En 2013, NME catalogó el álbum como el 14º más grande de todos los tiempos. También fue catalogado como uno de los 500 mejores discos de todos los tiempos según Rolling Stone—.Pero fueron el propio David Bowie, junto a su eterno productor, Tony Visconti, los que dieron forma a la extraña criatura. Una cara A más asequible, con singles imperecederos:

Y otros temas, los de la cara B, en los que se hizo más evidente esa experimentación y acercamiento al sonido ambient, a la electrónica de Neu! o Kraftwerk.

En ambos discos predomina el dolor. La lírica rezuma lágrimas y desencanto. El horror en el que andaban inmiscuidos ambos músicos. Y para ambos fue aquella catarsis, su tabla de salvación. Quizá esté siendo la mía también…

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