Hazme tuyo, Guillermo

No quiero rebatir a nadie. A mí me ha fascinado «La forma del agua» a otros no ¿Y? En vez de eso,  prefiero gastar mi tiempo recreándome en el placer que da disfrutar del recuerdo de su visionado. Han pasado los días y se ha hecho muy grande en la memoria, así que la siento como otra nueva joya que me regala Guillermo (sí, soy así de egocéntrico) y la siento como un regalo para mí, así que la apunto en el historial amoroso que me traigo con su filmografía.

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«La forma del agua» es una historia que aparentemente te han contado muchas veces, osea que hay que prepararse para escuchar hasta la nausea el consabido «pues no es para tanto» o la sentencia condenatoria «¡Qué poco original !», un argumento que sí que es original, sí…Por los cojones. Son dos frases que emiten una señal maravillosa para que te levantes de la mesa, dejes a tu interlocutor con su pobre espíritu y te vayas a  casa, que seguro que tu gato Misifú te aporta más. Pobre iluso que no vio que el valor de está historia líquida está en los detalles, en la manera de retorcer los tópicos en momentos aparentemente intrascendentes, en la elección de los personajes y en sus decisiones. Parece que ya lo habías visto todo, pero no. Muchas de las cosas que hacen los personajes de este cuento para adultos (olvídense de llevar a los niños) nunca lo harían en un cuento común, empezando por el tabú principal, que por fin queda hecho añicos. En las historias de amor entre una criatura (se llame King Kon, se llame La Bestia se llame Shreck ) y una mujer, nunca, hasta ahora, había relaciones interespecies; Shreck solo consuma su amor con Fiona cuando esta se transforma, lo mismo le pasa a La Bestia. Un extraño racismo (¿Se puede llamar así?) sobre todo porque hablamos de ficción. Este tabú roto es la primera vez que lo has visto, la primera vez que ninguno de los dos protagonistas de la historia de amor debe transformarse para hacer posible ir más allá de una aventura romántica. Y Guillermo esta vez no se ha andado con chiquitas; aquí hay mucho sexo desde el primer minuto (porque masturbarse también es un acto sexual). Los respingos que dieron mis vecinas de butaca en el cine con dicha escena  (a los cinco minutos de empezar la peli, ojo) ya me indicaron que Guillermo iba pero que muy encaminado en la tarea de construir un cuento, sí, pero un cuento incómodo de asumir para los bienpensantes. Porque esas vecinas de butaca no pararon en toda la película de dar respingos y moverse incómodas, así que por algo será.

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Es uno de los grandes hallazgos trasgresores e irreverentes de la peli, pero hay más, porque la criatura es viscosa, húmeda, con un punto repulsivo si te la imaginas haciendo ESO. Al espectador le va a costar un güevo (nunca mejor dicho) ponerse en el lugar de la protagonista, corriendo además el riesgo de que no empatice por semejante propuesta ¿Quién se acostaría con un ser viscoso con olor a pescao? Que Guillermo haya llevado la propuesta a sus últimas consecuencias demuestra que  ha tenido un par de…Esos mismos.

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Hay otras transgresiones que pasan desapercibidas; si no te paras un minuto no te das cuenta, porque la peli es tan pequeña que hace de esa pequeñez, una virtud. Por no tener, apenas tiene efectos especiales que vayan más allá del maquillaje y la apariencia de la criatura y si los hay son sutiles, de los que apenas se notan. Pero es que ni pretende ni quiere ser otra cosa que una historia pequeña (no confundir con menor), es honesta y la barbaridad de nominaciones a los oscars se siente como algo ajeno a su (aparente) sencillez. Del Toro venía requemao de lo que significó una producción tan costosa y aparatosa como La cumbre escarlata, peli de amor gótico que la productora vendió como terror, confundiendo al público que no supo o no quiso entenderla.

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Con esta nueva película casi se puede escuchar un golpe en la mesa, se intuye la necesidad que ha tenido de tomar las riendas de su carrera, de demostrar que sigue siendo el que fue, que su cine tiene personalidad y para ello necesitaba hacer proyectos más abarcables. No había otra; esta debía ser una peli pequeña. Quién se sienta engañado, no será porque el mexicano ha ocultado sus intenciones. Al contrario; ha sido tan honesto, se ha empeñado tanto en explicar qué película iba a ser «La forma del agua» que hasta el poster es un enorme spoiler brutal. Por no hablar del trailer, que directamente, resume la peli. No hay explosiones, ni rayos cósmicos y puede que eso lo pague caro en cuestiones de taquilla, porque aquí la magia viene de la ternura, del sentido del humor (hay varios gags buenísimos) y de la gamberrada que supone ser testigo de cómo se van pudriendo unos dedos cada quince minutos de metraje (¡Ni siquiera a eso ha renunciado el mexicano!). Como decía antes; con un par. Hay unas cuantas escenas antológicas de puro bonitas, porque el diseño de producción es un auténtico espectáculo, la banda sonora una filigrana y el uso de la gama cromática de verdes y azules, un pasote. Todo respira homenaje y nostalgia al cine como la única posibilidad de alcanzar los sueños (¡Esa sala de cine en la planta baja del edificio con tantísimas lecturas!)

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Hasta tal punto La forma del agua es un peli que torpedea lo establecido, que yo viví con normalidad que la prota sea una mujer (limpiadora y muda) aparentemente débil (pero con iniciativa, carácter y criterio) y supuestamente fea (aunque la magnífica actuación de Sally Hawkins la convierta en bella), y que sus puntos de apoyo fueran por un lado un marica muy entrado en la madurez y por otro, una mujer negra , también limpiadora (hay que recordar que la trama se sitúa en los primeros sesenta), todos situados en la zona baja  de la sociedad. Minorías. Perdedores de manual. Cual no sería mi sorpresa al entrar a una página de calificación de películas por los espectadores y me encuentro tal cantidad de insultos racistas, homófobos, pollaheridas que se quejan de que Del Toro haya hecho una pelí para contentar a las minorías, que mira, me puse tan malo que la tuve que cerrar. Ahí fui cuando me di cuenta de que puede que me hayan contado esta historia mil veces pero nunca te la han contado de este modo. Ni a ti, ni a esos (sobre todo a esos) energúmenos cavernícolas. Y ese merito solo es atribuible a Guillermo del Toro.

¿Y por qué he contado ese rollo pseudopsicológico de salón para hablar de la peli? Porque me da la impresión de que gracias a su obra, conozco tanto a Guillermo que hasta me permito el lujo de tutearle. Lo conozco tanto que casi imagino donde se inspiró para hacer tal escena, cual fue su motivación, que desea trasmitirnos, en que momento vital o en que peli se ha inspirado. Lo conozco. Y solo se ama lo que se conoce. Y yo a Guillermo le tengo más que amor; le tengo amor incondicional. Y no me queda otra que gritarle…

¡Guillermo, hazme tuyo!

4 comentarios en “Hazme tuyo, Guillermo”

  1. Que un facha machista como Carlos Boyero diga que es una obra maestra me tira mucho para atrás…

  2. To-tal-mente de acuerdo! La historia no es nueva, claro, «lo que no es tradición es plagio», y esta historia entra de lleno en la tradición del prepotente Goliat vencido por un puñado de humildes Davides. Son la manera de contarlo y la infinidad de detalles sugestivos los que hacen grande a esta pequeña película. Para inmensas minorías.

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