En su conversión a actor de teatro, Rafael Amargo se deja la sangre en el escenario. Hablamos de manera literal. Hace uno días, en un pueblo de Jaén (Villacarrillo), el ahora actor se subía a las tablas de un abarrotado teatro para interpretar el papel de Manuel, bailaor «asalvajado» que en la década de los 60’s mantuvo una relación muy especial con el artista multidisciplinar Jean Cocteau. El pintor, poeta y dramaturgo francés pasó parte de su vida en Marbella y por sus dominios también pasaron ilustres como Lola Flores, Antonio «El bailarín» y el propio Manuel, personaje real como la vida misma. Se trata de la obra «Piedras Preciosas» que co-protagoniza junto a Manuel Salas (Clandestinos, La Isla Mínima).
Amargo tuvo un accidente en el minuto uno, al inicio del espectáculo. Sin que nadie se percatara y mientras manejaba una navaja (que no era de atrezo) el bailaor se cortaba una mano. La sangre empezó a brotar, casi en cascada en algunos momentos. La mayor parte del público creyó que formaba parte de la trama, que se trataba de pintura roja. Pero no. Lo interesante del asunto es comprobar el nivel de profesionalidad de estas dos figuras. No perdieron texto en ningún momento ni hubo despiste alguno que pudiera notarse más de la cuenta. Sí confesaron, al final, que habían estado a apunto de parar la obra. La sangre real fue una especie de catarsis final para Amargo. Se pintó la camisa con ella. Artistas…
Hablando de «Piedras Preciosas», la historia que nos cuentan, Manuel Salas y Rafael Amargo, es en sí una joya pulida y perfectamente engastada. El autor, Pablo Díaz, ha sabido trasladar, al texto, el paso de un artista como Jean Cocteau por la Marbella de la década de los 60’s; sus vivencias y su relación con la farándula y el “artisteo” que poblaba, entonces, el universo marbellí. Una relación muy especial centra la trama. Una pasión batallada por encuentros y desencuentros entre el artista francés y un bailaor amargo y buscavidas, Manuel. La obra de teatro es pura poesía donde son los dos protagonistas los que llenan de pasión una escenografía tan elegante como minimalista. No es necesario mucho más. La dirección de Raúl Mancilla y Andrea Chacón no deja lugar a imaginar nada, todo lo que se ve, lo siente el espectador. Todo lo que se sufre, por parte de ambos, lo sufre el espectador. Una España gris marcada por los prejuicios y el hambre. Manuel Salas es Jean Cocteau. Con una interpretación sublime; la de un actor curtido en el teatro, de dicción perfecta, que no perturbó ni el frío.Sobre el escenario vemos al poliédrico pintor, poeta, dramaturgo…Vemos su pasión por Manuel, por dejar en ese asalvajado bailaor de flamenco un poso eterno de poesía.
Rafael Amargo aprueba con nota su paso a la actuación, aunque aún le queda mucho rodaje para poder pulir un personaje tan atractivo como este de Manuel cargado de matices y sufrimiento; amor y resignación. Ahora tendrán la oportunidad de seguir creciendo en Buenos Aires. Allí, la compañía traslada estas piedras preciosas para que el público bonaerense las disfrute durante un mes, de momento. Luego volverán a España y seguro que habrá estreno, por todo lo alto, en Madrid. Estaremos muy pendientes…
A mi alguien que se lo curra así en el escenario, tiene mi respeto absoluto.
Muy buena interpretación, por parte de los dos artistas, obras como esta tenían que representarse más a menudo.