«El buen patrón». El avieso peso de la justicia

Todo en «El buen patrón» circula a través de la figura de un ególatra abyecto, falsamente bienintencionado y caricaturesco en su miseria de un jefe de una mediana empresa, adherido al cuerpo como un rodapié a su pared, a la cara, gestos y miradas de un Javier Bardem inmenso. Si a Bardem, León de Aranoa le hubiese pegado la careta de otro hombre a su cara, diríamos que este hombre no era un actor, sino un ilustre ser real. Bardem empapela su trabajo a base de un mensaje corporal, que muy lejos del exceso, te hace creer en la historia, marcada en momentos por la paradoja. Hay que observar cómo se sienta, esparciendo su cuerpo como un mojigato. Levantando los ojos tras las gafas; esa media sonrisa socarrona.

Columpiando sus brazos al caminar y, en definitiva, dejando que la cámara se acerque a milímetros de su cuerpo para mostrar la realidad de un personaje que debe ser recordado por muchos años. León de Aranoa, al dejar que su personaje rebose la historia que cuenta, provoca que el resto quede empequeñecido de forma irremediable. A mí, en este sentido, la historia del trabajador despedido y sus broncas , así como su desenlace, me parecen muy forzadas y que rozan más la fábula social que la cruda realidad de nuestros días. A esto se le suma un inútil guardia de seguridad, que podía haber sido un secundario con mucha más fuerza. Ambos aspectos hacen pensar que el director está a punto de pasarse de esa línea que separa lo creíble del esperpento. A pesar de cierto desorden en sus historias, León de Aranoa, que siempre entrega largometrajes con mensaje, es hábil en sus diálogos y su ritmo. Conserva la atención, para que su película no pierda métrica y dejar, como es su costumbre, un poso de sensación agridulce; de que todo no termina donde la película acaba. Y que, más bien, esta historia, como tantas otras, tiene más que ver con lo que nosotros, como obreros, jefes, víctimas, verdugos; olvidados, fantasmas de la libertad, plácidos e irritantes seres chulescos provocamos, más que la culpa que decimos que tienen los demás. No creo que sea la mejor película de su director; incluso la desapercibida en su día «Un día perfecto», me gustó más. Pero sí es muy digna. Su director y protagonista principal, recibirán muchos premios merecidos por su trabajo. Es un meritorio cine español.