Territorio Lovecraft inventa el terror negro

HBO tiene en su plataforma una de las series más arriesgadas y epatantes de la temporada con Territorio Lovecraft (Lovecraft country).  A los creadores se les ha ocurrido mezclar en una misma trama el problema racial y el universo del escritor Lovecraft, un autor maldito que con el paso del tiempo se ha convertido en el mayor inspirador del terror moderno. Aunque seguro que lo sabes, no está de más comentar que es un horror basado en monstruos deformes y viscosos, viajes a otros universos, sectas malignas y personajes capaces de cualquier fechoría sangrienta por conseguir la inmortalidad. El resultado está lejos de la perfección, pero merece la pena por la acumulación de momentos disparatados y de situaciones que funcionan al lado de otras escenas que son puro delirio psicotrónico (y que te harán exclamar el WTF más grande de tu vida).

Que conste que yo la he disfrutado cual gorrino en un lodazal, pero teniendo claro cual ha sido el error de los creadores y más que error, yo hablaría de cobardía. Una serie de este tipo hubiera sido rompedora si hubiese llevado sus premisas hasta las últimas consecuencias  y no es el caso. Queriendo hacer el retrato de un estado sureño en los racistas años cincuenta, cuidan todo con un mimo flipante, desde el diseño de producción al despliegue de medios, que es una auténtica pasada.

Pero atados a los nuevos tiempos, se ven obligados a meter a personajes que serían inconcebibles para la época, sobre todo en el caso de mujeres afroamericanas totalmente emancipadas y con conciencia feminista…Hablamos de los años cincuenta, ojo. Es un poco el gran error que cometió otra serie que en ambiciones se parece muchísimo; HOLLYWOOD. Ambas series coinciden en la intención de hacer justicia poética con un pasado que sus creadores inventan y  que sin lugar a dudas, no existió (andan por medio Abrams y Peele, del que ya di buena cuenta en este post). A Hollywood le sale bastante peor, eso sí. Y como ejemplo el primer fastuoso capítulo de Territorio Lovecraft, una maravilla donde sí mantienen cierta fidelidad a la realidad de los cincuenta y el resultado es una absoluta exquisitez que merece la pena que todo el mundo vea. Queda claro en ese deslumbrante primer episodio la apuesta de los creadores; contraponer el terror real de ser negro en una sociedad racista al terror inventado de un escritor maldito. De Lovecraft veremos casi todas sus obsesiones reproducidas capítulo a capítulo, en algunos momentos de manera genial y en otros, pelín ortopédica.

A su favor está que parece que se quedarán en una única temporada de diez episodios y no marearán la perdíz. Han ido al grano y eso se agradece, aparte de que estirar más el chicle podría haber convertido una serie más que recomendable en un despropósito total. Porque hay que reconocer que varias veces bordean el abismo y se salvan por los pelos, por una cuestión de chiripa. En cualquier caso, es una propuesta que merece la pena aunque solo sea por ver la perfección pectoral del prota, Jonathan Majors que ya se encargan de retratar en cualquier momento de la serie. Da puto mareo…

El discurso y los paralelismos del terror lovecraftiano con el racismo de una sociedad enferma está bastante menos conseguido. Hay momentos donde brilla pero son muy escasos, así que me temo que en ese terreno han perdido una gran oportunidad y lo más recomendable es disfrutar de la serie sin prejuicios, asumiendo que es un entretenimiento de fantasía y terror sin más.

 

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