«High Fidelity» cumple sus bodas de plata

Fue la novela que escribió en 1995 Nick Hornby y, quizá, revolucionó el concepto de música popular aplicado a la vivencia amorosa. El calco de cómo una canción podía reinterpretar un sentimiento, una relación y un fracaso. El personaje de Rob Fleming, un nada flemático apasionado de la música pop que rondaba los 36 años, propietario de una tienda de discos, rozando casi lo insoportable; narrando sus desastres amorosos, junto a los dos empleados de su tienda, Dick y Barry, igual de desastres que él y cuyo egocentrismo rozaba la extenuación académica.

¿Escuchaba música pop porque estaba deprimido o estaba deprimido por escuchar música pop?. Bajo esta premisa argumental, (y mirando a cámara), en la película del mismo título de acreditado Stephen Frears (2000), nos cuenta sus cinco rupturas más duras y memorables. Las que le hicieron daño de verdad. El portazo surge cuando su novia Laura decide abandonarlo; comenzando una relación con el vecino del piso superior que, por supuesto, Rob siempre ha odiado. A partir de ahí, nuestro personaje realiza un drama cómico chispeante, que consigue identificarte sin querer con ese maldito histérico que graba sus canciones favoritas en casete y haciendo listas junto a sus amigos (siempre de cinco elementos), de lo que más les gusta y odia en el mundo. Quieres y no quieres hacer lo que hace él. Has pensado en ser tan purista y seguro de ti mismo que, en ese afán de tener razón y amar a los genios, te has pasado de la raya. Y así te ha ido en la vida. Pero sabes que sigues teniendo razón. Como él. Te atrae, le odias; pero si le odias, te odias a ti mismo. La razón de ser de la generación X reflejada en el eslabón que unía la cadena del espíritu en caída libre, (sin la dependencia de las nuevas tecnologías), con la música intocable de los genios; para robustecer la propia personalidad y reafirmarse en su razón de ser. Ese orgullo (casi impenetrable) le hace entablar comunicación con sus antiguas novias; descubriendo sus defectos, lo que hace despertar airada respuesta a la vanidad dolida de nuestro héroe. Mancillada la soberbia, sólo cabe la reafirmación en la postura del ilustre mártir e intentar conseguir lo perdido.

 

Y, es entonces, cuando la música se reparte en la historia como espejo donde mirarse. Es una adaptación cinematográfica desbordante y muy fiel al libro, a pesar de que la historia de la novela trascurre en Londres, mientras que el largometraje en Chicago. Y otra diferencia es la del apellido del personaje principal: John Cusack interpreta a Rob Gordon, que en la novela se hace llamar Rob Fleming. La rotunda banda sonora evidenció una estampa donde aparecíamos todos los que teníamos, más o menos, la misma edad que el protagonista. Y si no era así, corríamos a conocer las listas de las canciones que aparecían en el largometraje para hacernos mayores antes que nuestros amigos. Más listos, más inteligentes y más ególatras. Copiando las ideas de las canciones como parte de las escenas de ese personaje que lo hacíamos nuestro; como ese cartel de la película, en clara referencia al “ A Hard day’s Night” de The Beatles.

John Cusack realizó una interpretación perfecta del personaje, consiguiendo la aceptación del propio Hornby. Así como los actores Jack Black y Todd Louiso, cuyas conversaciones marcaron un referente, como se puede ver en las películas de Kevin Smith, unos pocos años antes.

Como apunte, acaba de estrenarse una serie sobre este referente, interpretada por Zöe Kravitz; esta vez, ambientada en Nueva York. Miedo da, a priori, saber lo que han hecho con el mayestático original.

En resumen, podemos celebrar los veinticinco años de la novela y los veinte de la película “High Fidelity” como si fuera hoy en día. Porque esas decepciones surgen siempre. Y esas canciones que flotan en su banda sonora como testigos de su tiempo, lo son también del nuestro.