El parque de atracciones humanas

El otro día hablaba con mi amigo E. (al que yo lo llamo «mi gurú») sobre esas relaciones sentimentales que son muy intensas desde el principio; esas que enseguida suben porque son volcánicas o parecidas a una montaña rusa que te pones de 0 a 100 km/h en dos segundos; de esas en las que sientes vértigo desde el primer momento y que se te pegan a la boca del estómago y a los cartílagos del corazón.

Hablamos de ese tema porque a él no le sucede tal cosa en la relación que está manteniendo actualmente. Lo suyo es más sosegado, a fuego lento, poco a poco, con inseguridades, con dudas, pero, oye, sin pausa… Él opina que las relaciones de este tipo tienen más probabilidad de que salgan mejor que de la otra manera. Y me hace pensar muy mucho, porque mis últimas relaciones han sido con la quinta marcha puesta, muy de «dejarse llevar» por la velocidad de la pasión, los sentimientos, los «echo de menos», los planes futuros, el echar gasolina súper, el ponerse el casco y sentir que la novedad se te agarra por el estómago, hasta que entra por el ventrículo izquierdo a la velocidad de la luz haciéndote sentir vivo y de puta madre.

El caso es que me planteo seriamente si la próxima vez no debería de sacar un billete para los caballitos pony en vez de para la montaña rusa. Es algo a lo que no paro de darle vueltas. Pero no sería para trotar, sería para dar un paseo ralo, liviano y cuando haya que cabalgar más rápido, pues a picar espuelas, pero siempre con las riendas en la mano, consciente de que un caballo no es una montaña rusa. Siendo infinitamente consiente. Aún así, me pregunto: ¿hasta qué punto esto puede matar la espontaneidad y fumigar las mariposas del estómago?

Y me doy cuenta de que, al final, para lo único que saco billete es para el tren de la bruja, porque menudos sustos me llevo, o para los coches de choque, porque siempre acabo estrellado… Sí, ese que está parado en medio de la calle en un coche de choque mientras se mira los pies soy yo. Lo digo por si me veis algún día.

7 comentarios en “El parque de atracciones humanas”

  1. Ufff, pues yo ya estoy en una edad en la que todo me viene bien. Eso si: debo reconocer que ya casi nada me sorprende y con esto que es cada vez mas complicado «hacerme crepitar»
    Por supuesto no me cierro a nada y a nadie.
    Bss.

  2. Vivimos en la época de consumir productos y desecharlos en corto tiempo. El aspecto del amor y la pareja no son la excepción, por eso cuando algún miembro de la misma ya no se encuentra satisfecho con algún detalle que surge en la relación, es normal hoy en día que tire la toalla antes de encontrar la solución juntos. Por ello da igual que un miembro de la pareja vaya 1.000km/h o a poni, puesto que los dos van a la misma rapidez, y al fin y al cabo la ostia va a ser la misma, a mayor o menor velocidad….
    Creo que peor sería cuando los dos empiezan a conducir por las estrechas calles del amor, en un flamante lamborghini con luces de neón y de repente uno de los dos mete tercera. Se acomoda y comienza a vislumbrar a su pareja como sigue circulando a 1000km/h. No obstante, sigue reclamando a su pareja el mismo amor como si el condujese a la misma velocidad y claro está, a esos intervalos de velocidad, el amor se quedó en la cuneta (como un perro abandonado) y la ostia ya es inevitable.
    Amigos si quieren emociones fuertes, no vayan a la montaña rusa más alta del parque de Atracciones de Madrid. Por la mitad de precio, dos consumiciones y una actuación de la Prohibida vayan a su local de moda mas cercano y échense pareja.

  3. David Caulfield White

    Tal vez la idea es equilibrar la pasión con momentos de tranquila convivencia. Se puede, o eso creo

  4. Cito textualmente: «Él opina que las relaciones de este tipo tienen más probabilidad de que salgan mejor que de la otra manera.»

    Define «salir bien» o «salir mejor». Sí, hay relaciones insulsas que son más duraderas que otras pasionales… y cuál es mejor? Duración, intensidad, revolución en la manera de sentir la vida… qué parámetros aplicar?

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