El espíritu eterno de la «chanson» francesa

A propósito de la publicación este año de dos trabajos de uno de los maestros de la nueva «chanson» francesa, Dominique A, aprovechamos para recuperar su obra maestra , «La Musique -la Matière«, y compararla con otro de los grandes clásicos de la música popular contemporánea: «Crèvecoeur«, el portentoso trabajo del tristemente fallecido por muchos de los amantes de la melancolía gala, Daniel Darc.

Dominique A, que publica el 9 de marzo su esperado «Toute Latitude» y cuyo avance es el precioso tema que da título al álbum, es todo un director de orquesta de la nueva chanson, abanderada por unos cuantos ilustres (ya), que dan brillo y esplendor a décadas pasadas; raíces que florecen de artistas como Serge Gainsbourg, la recientemente fallecida France Gall, el trovador Jacques Brel, FranÇois Hardy, Lèo Ferré y tantos otros.

Recuperamos la obra total de Dominique A; el doble álbum «La Musique – la matiére«, que sirve como modelo clave para poder apuntar en la diana del pasado y presente de la música actual gala y, por extensión, europea. Compararlo con «Crevécoeur» sólo es un molde más, cuando para muchos podría ser comparado con cualquiera de los artistas que ahora destacan en un movimiento imprescindible. Podíamos haberlo hecho con Benjamin Biolay y/ o con el estupendo último trabajo de Charlotte Gainsbourg, por poner dos ejemplos fáciles. Y con Vincent Delerm..en fin.

    Dominique a

Lo primero que se podría apuntar es que, en el contexto de la chanson francesa, queda unido de forma incontestable, un aire de movimiento «crooner» en los artistas masculinos y una destacable visión de la femineidad cándida, naif y nada dada a la desmesura en las artistas femeninas. El aire de cabaret en el ambiente musical masculino y la melancolía extrema en lo femenino, quedan unidos de forma invariable. Aunque, a veces estos términos pueden mezclarse, en obras sobresalientes: tal es el caso de la hermosa «Le twenty two bar«, donde Dominique A, tatuando su música de taberna arrabalera, cantó en 1995, esplendorosamente a dúo con una frágil FranÇois Breut, y formó una canción que es un clásico instantáneo en sí mismo.

«La Musique», que se abre con «Le sens» a golpe de bajos electrónicos y la voz susurrante de Dominique Anne, fue la constatación clave para el nuevo cambio de rumbo que adoptaba el artista francés; bajo el prima colorista de la nostalgia de coros y ritmos de medio tiempo, suavemente atmosféricos. Y dejando el rock de sus inicios en buscar una plenitud a su obra que se antoja inalterable.

Daniel Darc, abría su álbum con «La pluie qui tombe». Un estribillo sin letra, con una melodía brillante y la voz ronca de Darc, componían todo un «tour de force» entre clasicismo y modernidad.

Dominique A ataca a su manera: «Immortels» es un desgarrador drama sonoro, donde la fuerza de la composición melódica corre a la par de una letra que parece más una conversación con altibajos aletargados. El sonido de campanas sólo hace apuntillar la trama clamorosa al conjunto.

Y así, podríamos retar a duelo, canción a canción, a los dos álbumes.daniel darcdef

A veces, todas estas influencias, debido al dominio de la electrónica sobre las letras y el intentar fascinar en base a la investigación de nuevos sonidos, da notas más oscuras o, si se quiere, más alejadas de las raíces que los vieron nacer; más complicadas en su versión sonora, y menos vibrantes. Tal es el caso de «J’aimerais voir le jour tomber» en Dominique A y «Elégie #2» en Daniel Darc. Aunque pronto, el cambio de registro puede quedar patente si se escuchan «J’aimerais voir le jour tomber» ó la saltarina «Le bruit blanc de berlin«, donde se escuchan esos ritmos frenéticos que tanto le gustan a Dominique A.

También es clara la idea, aunque no de este álbum, la primaveral «C’est moi le printemps» del álbum «La taille de mon ame».

Otros artistas se han querido alejar de estos sonidos o, si se prefiere, han preferido experimentar (debido a vivencias personales o no) con otras melodías, haciendo parejas con todas estas combinaciones. Tal es el caso de «Volver«, el álbum donde Benjamin Biolay demuestra su amor por Argentina. Sinceramente, prefiero el Biolay de «Trash yé yé» o «La superbe».

En definitiva, desde estas líneas queríamos mostrar que, pese a que poco a poco van quedando menos artistas de una ola que dio movimiento a todo una forma de entender la música y la idiosincrasia de un país, que por supuesto estaba ligada a otros movimientos como el cine :»La nouvelle vague». Pero la importancia de esta música sigue viva y  respira a pleno pulmón gracias a  la buena salud de trabajos como los citados. ¡Cómo quedarían de bien alguna de las canciones de Darc y/ó Dominique A en la imperecedera «Jules et Jim» de Truffaut!.

Inglaterra ha sabido vender, a lo largo de la historia, su música con una brillantez más lúdica; los franceses lo han hecho bajo el signo de la música ye-ye (ese «Poupée de cire, poupée de son» eterno), la costa azul, el dandy desamparado y el síndrome del perdedor eterno. Sí, lo he dicho bien: eternos.

6 comentarios en “El espíritu eterno de la «chanson» francesa”

  1. C. del Palote

    Yo es que soy más de Etienne Daho e Indochine ;). Fantástico análisis.

  2. Sr Dondon y C del Palote: muchas gracias!!
    Os pido perdón porque sé que me dejo muchas cosas. Pero hubiera sido un post demasiado largo.

  3. JOSÉ ANTONIO

    Se nota Ángel que te encanta la música francesa y este artista en particular. Gracias por descubrìrmelo. Te he leído y me he animado a escucharlo en Youtube.

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