Citas Atroces (y no hablo de literatura)

¿Nunca os ha pasado tener una cita con alguien con el que llevas media vida chateando (qué antiguo suena) o con esa persona con la que tonteas constantemente en el trabajo, o en la universidad, o el día…. y luego un día, como quién no quiere la cosa, tenéis una cita y todo termina por salir peor que un estilismo con maquillaje incluido de Terelu Campos…? Pues sí… A eso me refiero con «Citas Atroces», y no a grandes frases para la historia del tipo que escribíamos en las carpetas del colegio en un intento pseudo poético hippytrusqui por ser guay…

Son esas citas que por una u otra cosa, por «H» o por «B» (otra gran frase que nunca entiendo y de la que es muy devota mi madre) se convierte en un «Tierra trágame» o en «Qué he hecho yo para merecer esto».

Pongamos un ejemplo:

Vecino con el que te cruzas, que coincides en bares y discotecas y en la cola del ahorra mas, y que resulta que te manda un mensaje por app; y empiezas una novela epistolar que riéte tu de las cartas a los corintios… Y un buen día, en un afán loco de galantería, el susodicho te invita a cenar… Y tu piensas… «No todo el monte es orégano», y en «esta fauna que es el ambiente», siempre hay «una luz al final del camino» porque este… es diferente… te invita a cenar antes que dar el salto mortal…

Y con todo el bagaje de misivas que van y vienen, piensas «existen los príncipes azules» y ahí que te pones «echa un pincel», y «aunque la mona se vista de seda» pero bueno… «te pones tus mejores galas» y ahí que vas a la dirección indicada, por que todo es en plan «sorpresa, sorpresa».

Y donde vas a cenar… ¡EN UN CHINO! Pero no en un Chino tipo fino, de plato de porcelana y ceremonia del té, NO, en un chino de los de menú a 7,95 (estoy hablando en pasado, queridas) en la periferia de Madrid. Pero bueno… dices bueno, «no hay mal que por bien no venga» y lo importante es lo que es… así que te dejas llevar…

restaurante-chinoTe sientas en la mesa (mantel de papel con pinzas de plástico para que no se lo lleve el viento que sale del extractor por el que ruge un dragón chino exalando fritanga y grasas trans-vestis) Él, cual «oficial y caballero» te quita la chaqueta y te ayuda con la silla… Vamos, todo muy en plan «El verdadero caballero es el que solo predica lo que practica».  Y vaya que si lo practica… Ahí viene la pobre camarera, nativa de alguna región perdida de Kunfu Panda, con un trapo colgado al regazo y con la «falda almidona» de tanto aceite y nos mira extasiada como si viese a «dos perros verdes», nos trae la carta… «esas cartas amarillas» que cantaba Nino Bravo, y aquí el galante caballero te suelta: «No, déjame que yo elija, que quiero sorprenderte…» «Por favor!» (léase con la voz engolada, como si Cervantes pidiera la vez en la pescadería) «Tráigame la carta de vinos».

Imagínense la cara de la china, acostumbrada y sólo aleccionada para repetir: «cerveza, agua, cocacola» cuando le pide «La Carta de Vinos» ¿Esto qué es? ¿El Bulli??

gran-muralla-2«y como éstas, mil» ¿Es que no tienen servilletas de tela?… pues no, querido, que el lino egipcio es muy caro, aquí papel del que te hace un peeling labial que te deja como Yola Berrocal. Y entre plato y plato, y oca a oca, (pero del juego por que el menú se redujo a rollito de primavera, más otoñal que nunca (por lo marrón del color de la masa y el relleno a pasto seco recién traído del parque del retiro) alguna delicatesen más, léase: arroz tres delicias y pollo al limón: malabarismo culinario! La noche va avanzando y uno piensa «la noche no es para mi» Y llega el momento de los postres: «¿eres más de dulces o salado?» y tu que piensas para tus adentros… «yo soy más de salir corriendo a por  un Almax, que esto no hay estómago que lo resista» . Pero bueno, en un acto de novicia aleccionada en la guía del ama de casa perfecta, asientes y dices, venga de dulce…. ¡ERROR! ¡Helado frito chino! ¡Lo que da de sí una freidora oigan!

Y así «entre Pinto y Valdemoro» (os recuerdo que estábamos en las afueras de Madrid, como si de un lugar secreto se tratase) salimos del restaurante; coche para la vuelta a la capital (con su apertura de puertas incluida, tipo qué gran caballero soy) y momentazo pregunta:  «¿Te ha gustado la cita? Yo  es que soy así, me gusta sorprender. Y si quieres, esto puede ser así siempre…»

¡¡SIEMPRE!! esa palabra retumbó en mi mente como un eco ATROZ durante todo el trayecto, y yo sólo pensaba en freidoras, chinas con cartas de vinos llenas de polvo y un cartón de Don Simón que me perseguía… Mientras, de fondo, el caballero de elegante figura me deleitaba con sus gorgoritos y una casette de Nino Bravo.

Al llegar a mi destino preguntó: «Me encantaría subir, pero quiero que esto sea especial y prefiero reservarme» (y yo que pensaba ¡¡HAZLO POR DIOS! RESÉRVATE!) -Me parece estupendo, mejor así. Hablamos…

Y vaya si hablamos… pero para decirle, «lo siento mi amor, pero hoy te lo voy a decir…» Quiero un Almax.

almax_bl_1Y vosotros; ¿Habéis tenido alguna cita atroz o sólo me pasan a mi estas cosas?

8 comentarios en “Citas Atroces (y no hablo de literatura)”

  1. Me he meao encima!!!
    Y encima sin tener que decir «le pasó a un amigo»
    Tras una cita así, no hay pollón que arregle la noche.

  2. Aydiosito! Se olía aún la fritanga desde aquí.
    Vivir en un perpetuo linaje de fritanga en papel y con DonSimón no es lo más ideal.
    Las clases de romanticismo del CCC no molan, cari

  3. Marta Gracia

    Pufff pobre pero…¿ no te quedo como buena novicia ilusionada el anhelo de cambiarlo?.

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