Cuando no existía el orgullo gay: «El amor del revés»

He pasado una crisis. Ha sido una de las crisis más largas de mi vida y no, no ha sido un tema personal. Más bien ha sido  de índole intelectual..

En Febrero dejé de leer.

Sé que puede parecer una tontá, pero desde que tengo uso de razón, me recuerdo leyendo algún libro y estar tantos meses sin echarme uno a la espalda ha sido extrañísimo e inquietante. Los libros son mi memoria. Sólo me pasa con los libros que recuerdo el momento exacto en que los leí, como me sentía, lo que me trasmitieron, si fueron importantes o no.Su poder evocador es mágico y siempre funciona, así que supongo que cuando pasé un tiempo, tendré una laguna mental de ocho meses que a posteriori será imposible llenar. Ni siquiera sé porqué llegó. Una buena mañana ya no me apeteció leer más y no hubo una razón a la que echarle la culpa. No puedo decir que lo tomara con calma, porque me aterra perder las ganas de seguir leyendo, seguir conociendo países, seguir teniendo hambre por todo lo nuevo (sin despreciar lo viejo, claro). Gente que me lleva unos años, me cuenta que un día  ya no quisieron leer más. Que otro día descubrieron que el cine no les decía ya nada o que viajar ya no tenía sentido. Y claro, imposible no pensar que es un síntoma de que te adentras en otra edad. Ojo, no me preocupa cumplir años; lo que me pasma es vivir esos años sin motivación alguna. Mientras haya inquietud, habrá vida. Tuvo que venir Luisgé Martín y romper el hechizo, así que esta entrada es más una muestra de agradecimiento y de devoción que otra cosa.

luisge-martin-premio-llanes-viaje_ediima20130212_0449_4También va a parecer que aprovecho este libro y esta entrada para sacar el ego a pasear y hablar de mí, pero no te engañes; hablo de mí porque me fue imposible desvincularme de lo que el señor Martín contaba en todas  las líneas del libro. Es la maravilla de los grandes, que hacen de lo suyo, de su experiencia personal, la de todos. Puede parecer fácil, pero eso solo está al alcance de unos pocos. Con «El amor del revés» el señor Martín se hace una autobiografía de sus años mozos en la que se retrata como un pobre jovfen perdido dentro del armario en la España de la transiciión y postfranquista. Cualquiier que haya rozado esa década reconocerá situaciones igual de absurdas, dolorosas y dañinas . Cuantos más años pasan, más impresión se tiene de que ser marica en aquellos tiempos era como vivir en la pesadilla de un loco. Sí, ya sé que a estas alturas leer sobre encuentros furtivos en aseos públicos no pillará de sorpresa a nadie, pero claro, no todo el mundo escribe tan bien como el señor Martín. Súmale que ya tiene cierto prestigio literario y unos cuantos premios y tendrás  una valentía y un arrojo que mira, no me voy a cansar de reconocer.

partyLas escenas que narra tratando de comprar una revista en un kiosko lo más lejos posible de su barrio, donde no lo conociera nadie, los intentos por conocer a un igual en un mundo donde era imposible no sentirse como un monstruo desviado, la dificultad (imposibilidad, más bien) de plantearse un futuro feliz y pleno, el tormento de saberse maldito, la masturbación compulsiva como modo de dar salida a una sexualidad que no podía expresarse.Todo contado de manera natural y sin embargo, raya el esperpento, casi llegando a la carcajada. Una carcajada que se transforma en mueca terrible al ser consciente de que el señor Martín no se inventa nada y que lo raro, lo increíble, es que esa generación haya sobrevivido sin pasar por el psiquiátrico. Bueno, miento. Hay muchos que no pudieron superarlo. De hecho, aún es posible encontrar a gente que por no hacerse libres, se muestran con síntomas de locura que poca solución deben tener ya. El sueño de la represión (sexual) produce monstruos.

francoQue Luisgé (voy a tutearle un poco, aunque no sea digno) haya hecho este trabajo casi de arqueología más que de literatura no puede ser más oportuno. Ahora que te encuentras a maricas defendiendo el franquismo sin que se les caiga la cara de vergüenza, este libro es oportunísimo para tirárselo en la cara. Otra cosa es que esos maricas fueran capaces de leer más de tres líneas seguidas, pero por intentarlo, que no quede. Queda el descargo de que al tirarles el libro a la cara a lo mejor no leen, pero del hostión, reaccionan .Y eso que Luisgé es de la generación donde el dictador ya había muerto, que no tuvo que sufrir en sus carnes la ley de vagos y maleantes, que al menos tenía revistas en las que encontrar un respiro, que no fue apaleado, encarcelado, ridiculizado o anulado como persona y está aquí, cuerdo y sano dentro de lo que cabe (como todos, ¿No?)

orgulloNo contento con eso, el señor Martín decide hacerse una biopsia a la vista de todos, a corazón abierto y casi con respiración asistida en la que nos muestra lo más oscuro y terrible del amor, cuando el amor no tiene una imagen real en la que basarse y se alimenta de idealización, de sueños, cuendo el otro es una imagen irreal que uno mismo se ha creado en la cabeza y en realidad no existe. Es tanta la necesidad de amor que te lo inventas. La poesía está llena de amores así, porque es tan bello de narrar…Pero en la vida real no tiene ni la más puñetera gracia ¡’Muera (ese) el amor!! Y ahí, ahí ya me ha tocado de lleno porque yo también he sido así. Tuvo que llegar el amor (real, carnal, sexual y contradictorio) para entender que lo que yo había sentido antes por tíos a los que lloré , no era nada, era humo, proyeciones que uno mismo hace en gente pero que no es real ni, en realidad, merece la pena.

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Para mí, «El amor del revés» no solo ha sido un libro. Ha sido mucho más. Ha sido una tormenta, un terremoto que me ha dejado transpuesto durante días. Ha sido una bajada a los infiernos de la que he regresado más fortalecido. Ha sido entender y disfrutar, de nuevo, de la LITERATURA (dejen que lo escriba en mayúscula, porfi) de su valor terapeutico, de cómo cura, de que no solo se trata de juntar palabras. Pero también de que se puede hacer el bien a uno mismo y a los demás, de que puedes conocer a alguien tan profundamente sin haberlo tenido enfrente que asusta. Diría que me chiflaría sentarme delante de Luisgé y que durante un café de horas, habláramos largo y tendido de la vida y de la muerte, del suave crepitar de los cuerpos en la noche, del tormento y el extasis,de  que me encantaría tenerlo como amigo, de pasarnos horas hablando de libros, de hombres, de cine. pero no lo voy a decir. En esa conversación, sé perfectamente que uno de los dos no estaría a la altura y no se trata de Luisgé. No querría descubrir su mirada como diciendo «¿Pero quien es este tío coñazo?» Me conformo con haberlo conocido (profundamente además; es lo que tiene ser honesto salvajemente cuando se escribe) en este libro. También me vale con haber escrito esta entrada y darle tanto las gracias, que en ese café que nunca será, estaría durante toda la conversación diciendo lo mismo. Gracias, Luisgé. Mi amor y mi admiración absolutas son para siempre y déjame que diga que creo que has escrito el libro del año, así como suena y sin más. Un enorme, grandísimo abrazo.

9 comentarios en “Cuando no existía el orgullo gay: «El amor del revés»”

  1. «…en la que nos muestra lo más oscuro y terrible del amor, cuando el amor no tiene una imagen real en la que basarse y se alimenta de idealización, de sueños, cuando el otro es una imagen irreal que uno mismo se ha creado en la cabeza y en realidad no existe […] Tuvo que llegar el amor (real, carnal, sexual y contradictorio) para entender que lo que yo había sentido antes por tíos a los que lloré , no era nada, era humo, proyecciones que uno mismo hace en gente pero que no es real ni, en realidad, merece la pena.» MM: a veces me asustas de lo bien que me conoces.

  2. Yo creo y deseo que esa perdida de tu afición lectora sea solo pasajera. Creo que muchos que tenemos hábitos también y de forma sana y natural pasamos por rachas en las que necesitamos parar. Dejamos el deporte una temporada sabiendo que engordaremos. Dejamos el yoga sabiendo q nos dolerá la espalda si no volvemos. Dejamos el tupper en casa hasta tener gastritis de cafetería. Dejamos de fumar y el café sabiendo que nos estreñiremos. Pero llegados a cierta edad recaemos. Y tú para bien de todos volverás a leer. Porque eres tú. Porque leer es tu droga para seguir manteniendo el don con la palabra. Y porque alguien que escribió hace unos meses ‘querido Alan’ no puede abandorarse asi para igualarse a un tronista de telecinco. Volverás a leer…y lo sabes.

  3. ¡Vendido! Me apetece mucho leerlo.

    Todos hemos tenido alguna racha de dejar a un lado aquello que más nos colma. Pasan. Vuelven. Desaparecen… son ciclos. Un abrazo.

  4. Que post tan bonito, yo creo que a Luisgé le encantaría no solo leerlo sino además poder tomarse ese café y hablar largo y tendido de todo esto contigo.
    Yo he leido también este libro hace un par de semanas y aunque he intentado poner en palabras mis sentimientos no me ha quedado tan bien como a ti. A mi me ha encantado, por la naturalidad con la que cuenta la historia, por lo bien que habla de sus aciertos y sus errores sin hacerse grandes fiestas con los primeros ni terribles dramas con los segundos, y sobre todo por ese encanto que tiene la historia gracias al cual es muy fácil -por no decir inevitable- sentirse reflejado en uno u otro momento, Hace memoria histórica, claro que sí, pero en definitiva lo más importante es cómo habla de este «amor del revés» que vivimos unos cuantos: es sincero, es a ratos triste y a ratos bonito como lo es la vida misma y al final lo lea quien lo lea podrá comprobar que sean los que sean los sexos involucrados en el proceso de conocerse, de follar o de quererse, al final todo trata de amor, se mire por el lado por el que se mire.

  5. Gracias MM por recomendar este libro. Lo acabo de terminar y me ha encantado. Uno de mis libros del año 2016. Me ha hecho replantearme muchas cosas de mí y de mi vida.

    1. Ay que ilusión! A veces da la impresión de que a nadie le interesa lo que puedo recomendar y oye, da un gusto que así no sea.
      Gracias!

  6. Pingback: Algunos de los libros más importantes de 2016 | Atroz con leche

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